La hora azul

Historias de pescadores

Esta historia está enganchada al anzuelo que yo mismo me arranqué de la barba en la que aún moran los inquietos peces de mi sólido ansia. Yo surqué los mares del sur… ¿del sur… qué? Del Sur ¡Qué! ¿Que qué pesqué? Mi barba, mi barba de pescador pescado por el arpón del hambre abisal de las entrañas entumecidas por las continuas e irreverentes mecidas de bravas olas… y la sal… esa sal de casuística sosa que llenó de estrellas mis días más oscuros. No pretendo sentar tráqueas ni anacronías, sólo respondo a la efímera necesidad insalvable de raspar las escamas de este cuerpo que como un trisquel revolucionado por la potencia incunable de la inmensa marea del sexo más curvo del espacio exterior de toda esta miserable lavadora de cúmulos desperdigados por el cielo de tus entrañas asesinas, putas y temerosas, sigiloso anduvo tantos siglos por las aguas del agua oculta. Debería regalarte el cebo que brilló entre nosotros antes del beso pero vas a tener que quitarte la cola y ponerte a la cola si no quieres que te confunda con una sirena sin arena y te meta en mi barba y vuelva a surcar los mares en busca de un Sur tranquilo donde al fin aprender a adorarte al sol, cicatrizar la herida que mi anzuelo dejó en tu boca y de un bocado colocarte ese piercing del delfín que jugaba a la pelota con tus sueños más limpios.

Felipe Bollaín

Pescador barbudo de la CoMARca de MARisMAR.